domingo, agosto 27, 2006

Noche

He despertado en el sofá y estaba solo. Me he resistido a irme a la cama en esta última noche de vacaciones: la noche de mañana - en unas horas - tocará dormir algo para poder trabajar el lunes.

Y la noche se me está escurriendo entre los dedos poco a poco. Entre los dedos y entre la música, la radio, las luces lejanas en el paisaje oscuro de mi ventana y las ausencias. Pero la noche y las ausencias las estoy saboreando como un buen whisky que ha tardado treintaiséis años en poder ser degustado, madurando, preparándose. Y saben un poco saladas, como los whiskies de Islay, como el mar, como las lágrimas.

Me voy a asomar enseguida, creo, a escuchar cómo respira alguno de los ángeles que viven conmigo.

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Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

("Ausencia", Jorge Luis Borges)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta vez me he podido tomar el tiempo, de leer más allá de la primera página y me he topado con esta entrada tuya.
Es curioso, pero la gente que saboreamos la noche, los que la disfrutamos meramente porque es la noche, sin poder dar más razones, somos un grupo aparte, diferente del resto de la humanidad.

El aire que se respira por la noche es distinto - lleno de paz; al igual que una droga no puedo dejar de respirarlo, por muy mal que lo paso por las mañanas.