jueves, octubre 12, 2006

YGDN

(escuchando Cherub Rock, de Smashing Pumpkins)

¿Escribir la historia de Yagudin? ¿Y qué más? Como si el mundo no fuera ya lo suficientemente peligroso. No ve qué sentido tiene contribuir a empeorarlo. "¡Pero qué tiene eso que ver!", le dice Alice. ¡Pues sí, pequeña, sí que tiene que ver! Tiene que ver con el hecho de materializar pensamientos inconfesables. Tiene que ver con la idea de que la historia de Yagudin puede que oculte otra historia. Tiene que ver con adentrarse en determinadas regiones prohibidas. "¡Pero tendrás derecho a expresarte como quieras, digo yo!", replica Alice. ¡Pues no, pequeña, pues no! Y él conoce bien el derecho. Y también conoce las historias de Yagudin. Todas nacen en el interior de su cerebro. Hay algunas a las que se les puede permitir salir y que se les pueden contar a las niñas y otras que están mejor allí dentro. A veces resulta más prudente renunciar a uno mismo de manera espontánea. En todo caso, es mucho mejor que dejar que los otros tomen la iniciativa por ti.

Nid está en el salón, tumbado en el sofá. Es tarde. Está solo. Siente cómo le va invadiendo una angustia difusa. Mañana empieza septiembre. Tendrá que regresar a la facultad, retomar sus rutinas. Ya tiene la agenda llena. Lo primero que tiene es una entrevista con un estudiante, luego los exámenes, una clase de recuperación, inspección, correcciones, un congreso a final de mes. Tendrá que ponerse el traje y los zapatos nuevos que le ha comprado Alice. También tiene que ir al banco a solucionar el problema con las facturas. Llevar el ordenador a reparar, hacer copias nuevas de las llaves.

Volverá a ser él mismo, o al menos la superficie social con la que todos le identifican. Todo muy soso, muy aburrido, muy correcto y encorbatado.
(de Yagudin o la increíble historia del hombre de las manos agujereadas, de Philippe Ségur)

Ayer comí con una amiga, en su día compañera de estudios y ahora colega de profesión. Fueron un par de horas robadas al trabajo - en realidad cobradas del trabajo con retraso. El día era gris y frío - como era yo ayer - pero la comida agradable y la conversación y la compañía confortables como un sofá viejo. Charlamos de todo y de nada, del trabajo, de política, de nosotros, de los amigos vivos y de los muertos. Nos reímos y nos pusimos serios antes de volver a reir. Después nos despedimos y volvimos cada uno a nuestro trabajo.

Quizá me estoy escondiendo ahí últimamente. Sé que a veces tengo miedo de lo que siento: algo que no identifico, descatalogado y fuera de inventario, rompiéndose en mi interior; algo que no iba a ser capaz de reponer jamás. Sí, me asusto y quizá me escondo en el trabajo y en no parar de hacer cosas, en hacer ruido para no poder oir lo que siento. Y portarme así realmente me aisla pero me vuelve frío, superficial, me hace sentir vacío y solo. Y no estoy vacío ni solo.

Son ratos como el de ayer los que me rescatan en esos momentos, los que me dan valor para parar y buscar al Yagudin de mi interior para encararme con él, para charlar incluso, para invitar al monstruo asesino a un café. Y también algún pajarillo que se posa en mi hombro cuando estoy dormido - aunque pensaba que muerto - y ya ha salido el sol, y pía y se va dejando en el aire su canción y la sensación de que alguien a quien le importa ha venido a buscarme.

Estos cuatro renglones los escribí hace tiempo al pie de una carta para unos amigos y suyo es por tanto. Pero con su permiso me gustaría hacerlo extensivo a todos los demás que, con ellos, inundais mi corazón y sin los cuales sí me puedo sentir vacío. Gracias por llenarme de sentido, gracias por rescatarme de mis monstruos, gracias por darme la oportunidad que ser lo que verdaderamente soy. Nunca os vayais.


¿Y encontrar una palabra
, verbo que luzca y encienda las sombras,
que me lleve hasta vosotros...?


¡Cifra que encierre el secreto!


¿ Voz que acoja lo que siento ... todo?

...

¡Nada!


--
(y esto sin drogarme. Ahora leo lo que he colgado aquí y me da vergüenza pero... ya estoy harto de borrar cosas, ya estoy harto de casi todo)

4 comentarios:

Gloria Álvarez dijo...

Hola Mc. No borres nada, no te de vergüenza de lo escrito, porque si has dejado llevar por lo que sientes, asi ha de quedar, si no ¿Cómo te vamos a conocer o reconocer? los escritos muy arreglados no valen, y aun menos pospuestos. Yo alguna vez que he estado muy mal he escrito en word algo y al día siguiente o cuando estoy mejor lo vuelvo a leer y entonces decido, normalmente lo borro, porque reconozco que hay veces que dices cosas que no piensas con la mente clara y puede crear malos entendidos o preocupación a quiente te quiere. Pero normalmente no es asi, esté como esté, ahí lo dejo... y asi me van conociendo, cada uno es como es, con sus etapas y dias buenos y malos.
Es normal que te refugies en el trabajo para no pensar, mejor eso que meterse en la cama y dormir... eso es como estar muerto y como bien dices no lo estas... ni solo, ni vacío. Se nota. Sigue escribiendo. Aqui estamos para escucharte.
Un abrazo.

FE dijo...

Hola McObo,

me quedo especialmente con una frase tuya:
"Y no estoy vacío ni solo."

Claro que no! No lo dudes nunca más, por favor!

Un fuerte abrazo,
Ona

beyo dijo...

Borrar lo que uno escribe es como esconder lo que se siente. Y cada día me doy más cuenta de que es absurdo y, quizá, un poco cobarde.


SENTIR ES DE VALIENTES.

MOSTRARLO ES DE HÉROES.

eva dijo...

vaya, veo q beyo ha dado absolutamente en el clavo. no hay mucho mas q decir
no te arrepientas, ni de lo q sientes ni de ponerlo por escrito, mucho menos si eso te hace sentir mejor

un besazo