viernes, septiembre 22, 2006

Acantilados, teléfonos, estrellas, ángeles

Hay mejores fotografías, mejores fotógrafos, composiciones mejor compuestas y horizontes más horizontales. Pero no hay otro mar como mi mar, el mar en el que descansas ahora, el Cantábrico.

Al borde de otro acantilado parecido a éste estuvimos hablando hace poco más de dos años y de quince kilómetros, antes de que te fueras, y desde entonces cada uno me recuerda más a ti y me hace más presente que no estás.

¿Lo recuerdas? Yo había salido de trabajar. Era viernes, como hoy, a esa hora mágica entre la tarde y la noche. De hecho, tú estabas en Barcelona, en casa - te habían dado permiso para escaparte del hospital creo que por ese fin de semana - y allí ya había anochecido. Yo, al borde de un acantilado en Cuchía, sobre la playa de los caballos, te contaba cómo la luna jugaba con la primera estrella que había aparecido sobre un cielo violeta aún atardeciendo, cómo iba persiguiéndola sobre un mar cada vez menos azul y cada vez más negro. Me había quedado solo y quise compartir contigo aquella maravilla que a ti no te dejaban contemplar. Cómo reímos y cómo nos emocionamos sabiendo que quizá no lo podrías volver a ver, pero sin mencionarlo. ¿Lo recuerdas? Nunca agradeceré a Dios bastante que nos regalara esa conversación. Cuántas cosas nos dijimos, con urgencia; con esperanza; como si pudiera ser la última vez. Lo fue.

Mierda. Ahora, mientras escribo esto, las lágrimas asoman a mis ojos y corren por mi cara recordándote - cuando estoy harto de decir que ya no lloro por ti, que ya no lloro tu ausencia, que sólo eres risas y sonrisas para mí; que sé que ahora es contigo con quien juegan la luna y los ángeles cuando se asoman. ¡No sabes cómo te echo de menos! Y sí, sonrío. ¡Pero te extraño tanto!. Y tú mientras te ríes desde el cielo, estoy seguro, y sigues recordándole a Carlos al oído que cuide de mí, que yo no soy tan fuerte. Joder, ¡haberte quedado tú!

Da igual. Te siento a la vez tan cerca. Y cada acantilado me lleva a ti. Y cada risa sincera y cada gesto resuelto. Cada mirada cómplice y cada amigo común. Tenías que ser tú. Fuiste tú siempre la que nos unió a todos, tú la que nos mantuvo juntos y eres tú la que hace que pase el tiempo y cada vez nos necesitemos más. Pasado mañana hará ya dos años que te escondiste y estoy seguro de que nos buscaremos y que nos querremos sentir cerca unos de otros. Como sea. Y será para sentirte a ti entre nosotros.

¡Tengo tantas cosas que contarte, Ana! Y sigo llorando y tengo que hacer pausas al escribir para ver las letras: porque ahora no puedo, porque quizá no debo. Son tantas cosas tan nuestras, tantas tan tuyas... Esperaré. Y espérame tú tambien allá donde estés porque iré. Y del abrazo que te voy a dar, mi vida, esta vez no te podrás escapar. ¡Cómo te extraño!. Eso no lo sabe nadie.




(Ana Rosa Recio Calzada falleció el 24 de septiembre de 2004, día de la Merced, en Barcelona después de dos años enferma, mostrándonos a todos los que la queríamos y a los que hasta entonces no la conocían cómo se lucha contra una enfermedad horrible y dolorosa con valor, con una sonrisa cuando el dolor no lo hacía humanamente imposible y siendo luz de esperanza para los que estábamos sanos y la queríamos. Era una mujer auténticamente increíble, excepcional, supongo que por eso Dios debió querer llevársela a su lado tan pronto. Me considero enormemente privilegiado por haberla conocido y haber merecido un trocito de su corazón como amigo suyo que fui, que soy. Y quiero ahora pedir perdón a todos los que la quieren, a su marido y amigo mío, a su hijo, padres, hermanos, familiares y demás amigos con los que la comparto y a los que tan unido estoy si algo de lo que hay aquí escrito les hiere o les hace sentir mal. Lo hago porque no la olvido, porque sigo recordándola y queriéndola - siempre lo haré - y quizá porque necesito seguir llorándola y sacar esta pena de dentro de mí. Y con todo el cariño del que mi corazón es capaz. Ella lo sabe. Creo que vosotros también)

--
Sólo los buenos mueren jóvenes (William Shakespeare)

7 comentarios:

Anónimo dijo...

No encontraras esta vez aquí nada más que una botella llena de lagrimas y un abrazo afectuoso en silencio, a pesar de la distancia.

eva dijo...

ana es tan corta la vida
y son tantas despedidas
llenas de promesas vanas

ana qué será de nosotros
cuando caigamos y otros
ocupen nuestro lugar

ana dónde será la batalla
próxima en que perdamos
la guerra contra la soledad

ana volverás a escuchar
las piedras que contra tu ventana
lanzó la felicidad

lanzó la felicidad

ana es tan corta la vida
quizás me vuelva mentira
y no te conozca mañana

ana cuando te esconda un abrazo
recuerda entonces el año
en que forjamos la paz

ana quizás me marche y no vuelva
quizás me muera y no tengas
que maldecirme jamás

ana te veo y me declaro culpable
de desear tu presencia
más que desear la paz

ana qué hago yo con mis canciones
con el manojo de escarcha
con mis ganas de matar

ana qué hago yo con las montañas
de papeles que he firmado
jurando morir o amar

jurando morir o amar

me he acordado de esta cancion de Ismael Serrano. seguro q era una persona muy especial si la recuerdas con tanto cariño
un beso

Anónimo dijo...

Hello, McObo - it's tee (Dave) from Caedes stoppin by to see your site. Pretty nice and worth the read. I used a free online program called Babel Fish to translate your thoughts into English. It worked very well and I was able to read everything you have written. I'lll return for more of your thoughts -

tee

Anónimo dijo...

Ahora comprendo el por qué de tu tristeza.

Y no digo nada más porque no sé muchas cosas.

La muerte de un ser querido es dura, yo sentí que mi vida se convertía en un páramo vacío y desierto, y me imaginaba ahí en medio un árbol que de repente había sido barrido por un viento frío y sólo le quedaban las ramas desnudas.

Me gustaría poder ayudarte para que tu alegría vuelva. Por vos, sí, pero también porque hay quien necesita un padre fuerte, sabio y feliz.

Los hijos aprenden de lo que uno les dice, pero sobre todo de lo que uno HACE. Y las emociones se convierten en caras tristes o felices.

Un beso desde el otro lado del Atlántico (y no respondas acá a esto porque me pierdo en el blog!)

Anónimo dijo...

Y disculpá la perorata, es que te estoy leyendo y sos una persona con una gran sensibilidad. Perdón por lo que voy a decir, pero es un desperdicio que no seas absoluta y totalmente FELIZ. A mí no me quedan dudas de que lo merecés.

Anónimo dijo...

Recuerdo y busco, a veces me pasa, y más cuando se acercan estas fechas aunque me niego a asociar a Ana a un momento determinado. Y gracias a la magia de internet te he encontrado a ti. El encuentro ha sido alegre y triste. La verdad es que hallar este homenaje a una persona tan importante para mi me ha alegrado mucho pero me ha recordado lo que intento no recordar, que ella ya no está con nosotros. Para mi sigue presente en mi vida, siempre lo estará, sigue apareciendo en mis conversaciones, en mis pensamientos, en todo aquello que me hubiese gustado compartir con ella. Ojala las cosas hubiesen sido distintas, ojala nuestras esperanzas se hubiesen visto recompensadas, ojala... No quiero que salga de mi vida. Una canción, una comida, un olor, una foto, un anillo... miles de pequeñas cosas que me la devuelven por unos instantes en los que no puedo evitar que las lágrimas se acumulen en mis ojos. Ella no querría que llorará pero la echo demasiado de menos.

I.

McObo dijo...

Hola, I.

Gracias por tus letras, gracias por compartir el vacío que sientes. ¿Que no quieres que salga de tu vida? No te preocupe eso, no lo hará. Siempre estará aquí, ahí, en los corazones de los que la queremos. Ya ves, aún ahora nos sigue uniendo.

Yo tampoco la asocio a un momento determinado, más bien es que hay tantas cosas que hacen patente su presencia, o su ausencia. Cada vuelco que me da el corazón y cada risa o cada sonrisa que me provoca la siento como un roce del aire que ella mueve al pasar cerca. Riendo.

De veras, gracias por escribir.