(sentido escuchando - metido dentro de - el disco We Shall Overcome, de Bruce Springsteen & the Seeger Sessions Band)
Tengo cerca un vaso de whisky, mezcla de grano y malta. El escocés no está para esto y sólo fue el primero. Y suena la Seeger Sessions Band y Bruce canta y Diego da palmas y baila por su cuenta, alegre, a su aire, antes de que yo me esconda. Y la música me va invadiendo el corazón a la vez que el whisky el cerebro, y los violines suenan y rasgan el aire y el banjo baila y el trombón salta y la tuba los empuja a todos hacia afuera. Es música folk, música gospel, canción protesta, balada, música para bailar. Es todo junto. Y desgarra mis entrañas y fluye y corre y brinca mientras todo mi mundo real se está hundiendo a mi alrededor - o así lo siento -. Y bebo más whisky.
"Fue un viaje de carnaval, el sonido de la sorpresa y por el puro placer de tocar. Música de la esquina de cualquier calle, música de salón, música de taberna, música de lo yermo, de la soledad, música de circo, música de iglesia, música vulgar"
Eso es lo que cuenta Bruce. Es lo que siento yo mientras escucho y mientras intento no llorar abrumado y no reír feliz a la vez, mientras no hace falta que intente sólo mirar ahí para no oír tantas cosas caer y romperse; no necesito intentarlo porque las notas me han levantado en vilo y me llevan en volandas hacia lo desconocido, hacia una tierra de sólo sentimientos, por descubrir, en la que no importa el equipaje que arrastre yo desde mi estación: todo eso queda en el tren y en él se va cuando éste abandona el apeadero dejándome allí.
Y los coros casi aúllan y el piano crepita; las trompetas danzan locas, el contrabajo nos mece a todos y el saxofón quiere hacernos el amor. El acordeón ríe a carcajadas mientras el órgano reza y yo bebo más whisky, con una sonrisa y - ahora sí - llorando, porque no sé si lo que escucho es la música, mi corazón desgañitándose para hacerse oír por encima, la sangre fluyendo por mis venas, el mundo derrumbándose o volviendo a nacer. Lloro hundido y soy feliz y siento ira y me estremezco y me desanimo y me deshago en gotitas de niebla ligera que una brisa desbanda y hace desaparecer.
Prefiero mil veces esconderme aquí, en este mundo imaginario... y tan real a la vez, porque realmente existe fuera y dentro de mí. Y éste no se cae. Sólo se oculta cuando no hay tiempo de encontrar los caminos hasta él, cuando la nieve y la bruma del trabajo y la vida cubren y disimulan los mojones que marcan los límites del sendero que lleva al mundo donde sólo se siente, al universo de la música y la poesía, al orbe del corazón y el whisky.
O sea, casi siempre.
Me sirvo otro. Y escribo esto también en directo, como se guardó la música que estoy escuchando, como (casi) todo lo que escribo. Es la única manera de que se guarde ahí también el corazón.
--
La vida es más excitante que cualquier porro. Sólo hay que saber por dónde fumarla (esto se me vino a la cabeza sobrio; y mejor no meter al whisky en la ecuación. Al menos, no hoy, no más) (gracias, Ona)