sábado, octubre 14, 2006

Este instante

(escuchando Green River, de Elliott Murphy)

Para los que estamos fuera, para mí, es sólo la sobremesa de un sábado soleado. Es el primer sorbo de la taza de café aquí frente al ordenador y junto a la ventana, el segundo instante de tranquilidad saboreando el mediodía del sábado a la espera del resto del fin de semana. Para otro será sentado frente al televisor, viendo el telediario. Para otros más pequeños es uno más de sus intrascendentes instantes felices jugando sin ser conscientes del paso del tiempo.


Y en la calle, bajo mis pies, un frenazo. Y un golpe seco y brutal.

Para él sería quizá el momento de volver de un partido con sus amigos. Quizá el instante de dejar que su amigo Juan, si así se llama, le lleve a casa o, quizá, venían de tomar un blanco e iban a buscar otro en otra barra, en otro bar. Quizá Juan - si así se llama - sólo le estaba enseñando su coche nuevo o quizá era una más de las carreras por el barrio, por el circuito de las rotondas. En todo caso era un buen momento - o lo parecía - en un sábado soleado de otoño.

Pero salieron demasiado rápido de la rotonda. Pero Juan, si así se llama, no había visto el semáforo rojo a diez metros de la salida. Ni al coche parado esperando el verde. Ni él en este sábado soleado y tranquilo de octubre se había puesto el cinturón.

Y vino el frenazo. Y el golpe seco y brutal. Ahora los he visto desde la ventana. Todos están fuera ya, algunos doloridos, otros heridos, todos asustados. Todos están fuera ya salvo él, a quien no se atreven a sacar del coche. Ha llegado la policía y una ambulancia y todos miran y alguno llora y otros se retuercen las manos. Y Juan, si es que se llama así, no comprende nada desde sus veinte años y no deja de preguntarse cómo un sábado soleado y feliz de octubre podía estar la tragedia escondida esperando tras una curva, a la salida de una rotonda. Y él sigue inmóvil, con la cara sobre el salpicadero y nadie se atreve a sacarle.

Yo rezo poco, pero ahora rezo para que no sea éste el último instante que él recuerde como feliz, el último en el que pensó que podía levantarse y salir caminando por sus propios medios. Que no tenga que recordar este instante como el más incomprensible, injusto y traicionero de su vida, el primero que permaneció sentado para siempre, a sus veinte años.

Yo también tuve veinte años y, aunque no la merecí, bastante más suerte que él. O quizá no, ojalá. Quizá a él aún le quede suerte. Por eso rezo.

Era la sobremesa tranquila de un sábado. Ya no lo es.

Ponte el cinturón, por favor.

(esto no es un anuncio de la DGT, lamentablemente. Sólo el reflejo de una sensación provocada por algo que acaba de suceder en este sábado soleado y brutal)

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No digas de ningún sentimiento que es pequeño o indigno. No vivimos de otra cosa que de nuestros pobres, hermosos y magníficos sentimientos, y cada uno de ellos contra el que cometemos una injusticia es una estrella que apagamos (Herman Hesse) (Gracias por hacerme realmente "sentir" esta idea)

8 comentarios:

Gloria Álvarez dijo...

Si Mac, lamentablemente las rotondas, los cruces, las carreteras están llenas de Juanes o Pepas... cada fin de semana sobre todo. Igual venia de no dormir en toda la noche. Da igual eso, el caso es que parece que solo somos conscientes cuando lo vemos desde nuestra ventana o es alguien allegado. Pero para mi es una de las peores tragedias que la administraciín tiene que resolver, aunque se que ante muchos casos ni ellos pueden... lamentablemente. Espero que el joven tuviese suerte, como tu y llegue donde tu, al menos.

Yo tambien suelo desayunar los fines de semana ante mi portatil... un vicio como otro.

Un beso santanderino.

beyo dijo...

¿Tuvo suerte?

McObo dijo...

Gracias por decir hola, me hace mucha ilusión.

Sí es cierto eso, Gloria. Y lo peor es que suelen acabar pagando los demás. Eso sí que es injusto.

No sé si tuvo suerte, Beyo, no lo sé. No me gusta quedarme mirando - ni podía - y no tuve el morbo, el interés o las fuerzas (no lo sé) para interesarme después. Al fin y al cabo, nada más podía hacer yo.

¡Soldado! ¡Suerte que tuvimos todos entonces! Qué caro eres de ver, amigo. Sí, escuchando a Elliott Murphy. Leí tus posts sobre sus conciertos en Barcelona hace poco y a punto estuve de anotar algo pero no me pareció oportuno, eso de descubrir a cada artista es algo demasiado personal, subjetivo e intransferible; no creí que tuviera nada que añadir. Él suele venir a España todos los años; y también es asiduo de este Santander apolillado pero encantador.

eva dijo...

me dan panico los coches, y cada vez mas. panico absoluto

Tamaruca dijo...

Por desgracia este año me tocó vivir en 1ª persona algo así... ahora veo las cosas diferentes. Y eso que tuve suerte(?), dicen. después de esta última operación y tras la rehabilitación, todo volverá a la normalidad(?).

¿Sí?

No sé....


Un saludo ;-)

Anónimo dijo...

hola, recibi tu visita en mi blog...me sorprendió que alguien llegara. gracias por tu comentario. por ahora me gana la timidez. me quedo anónima, pero claro que me importa...
Empiezo a leerte.
saludos.

McObo dijo...

Pues a mí, anónima, lo que me sorprendía era no ver ningún comentario en un año que ya tiene tu blog. De ahí mi pregunta.

Saludos lejanos,

Javier Úbeda Fernández dijo...

Somos muy frágiles. En un instante, en cualquier recodo, de pronto, todo desaparece. Por eso es necesaria nuestra prevención cuando se puede
(cinturón), y por eso es necesario también saborear cada instante de vida: como ese café tuyo junto a la ventana.
Un saludo.